EN DIEZ años, las predicciones demográficas apuntan a que el éxodo poblacional que absorberán las ciudades representará más del 60% de la población mundial, es decir, un 10% más que en la actualidad, en detrimento del espacio rural, que sufrirá una importante despoblación. La esperanza de vida europea cada vez será más longeva, sobrepasando los 90 años de vida y, según datos del INE, en España debemos añadir el triste descenso de la natalidad, que llegará al 27%, lo que supone casi 300.000 nacimientos menos que en la actualidad.
Las civilizaciones predecesoras nos han demostrado que la lucha de la especie no sólo está en la supervivencia sino en la creación de modelos disruptivos que permitan avanzar y alcanzar mejoras sustanciales, tanto hacia el individuo como hacia el colectivo.
El análisis de los riesgos sociales, medioambientales, políticos y económicos que se nos presenta en la actualidad denotan la necesidad urgente de comprender en profundidad el denostado escenario planetario al que nos vemos abocados, y replantearnos con urgencia el funcionamiento de las urbes y de los entornos rurales hacia un cambio de paradigma sostenible, así como crear nuevos modelos de ciudad que den respuesta a dichos riesgos.
Desde Naciones Unidas y desde organismos internacionales como la OMS, llevan ya años alertándonos de dicha situación. No en vano, los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) marcan la agenda mundial de los Estados para el 2030 como clara respuesta para mitigar estas y muchas otras amenazas a las que estamos claramente expuestos. En este sentido, la puesta en marcha del Plan de Acción del Gobierno para la implementación de la Agenda 2030 refuerza y exhorta a los gobiernos locales a garantizar el ODS 11, que aboga por lograr que las ciudades y los asentamientos humanos se conformen como ecosistemas inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.
No podemos anquilosarnos en el concepto de ciudad mediterránea como única solución a nuestros males, sino que debemos avanzar hacia un objetivo común: re-construir la ciudad y avanzar hacia un modelo de ciudad sostenible, saludable y con estándares de gobernanza que den respuesta a una sociedad más exigente y diversa. ¡El desafío es apasionante! Tenemos la oportunidad de liderar una nueva forma de crecimiento urbano capaz de dar respuesta a las principales problemáticas de la ciudad, como son la vivienda, el turismo, el tráfico y la seguridad y otras tantas, como la contaminación acústica y medioambiental que supone una amenaza indiscutible. Además de implementar políticas activas que den respuesta a estos nuevos desafíos, debemos promover un entorno atractivo que favorezca la llegada de la tecnología 5G, que permitirá avanzar, sin duda, en todas las áreas de mejora de la ciudad de una forma exponencial. Abanderar un proyecto de esta magnitud nos permitirá crear nuevos puestos de trabajo, retener y captar talento y desarrollar nuevas disciplinas académicas, al mismo tiempo que trabajamos por una ciudad inclusiva que resuelve sus problemas actuales y se adelanta a los del futuro. Una ciudad que contempla a todos los pueblos del Mediterráneo con total apertura de miras. Una ciudad que crece de forma sostenible, saludable, con un turismo de calidad, con una educación diversa e igualitaria y que aprecia y potencia la riqueza geográfica y climatológica que nos ha brindado este lugar privilegiado.
Empecemos a trabajar. Ahora es el momento. En el 2030, dos millones de barceloneses serán los protagonistas indiscutibles de una ciudad, referente mundial.
BELÉN MARRÓN 7 nov. 2018 fuente