Nuestro sistema de salud pública actual nació hace ya más de 70 años a raíz de la publicación de la Ley de Bases de Sanidad nacional de 1944 cuyo objetivo era paliar los desastres de una sociedad rota, marcada por continuos conflictos y una guerra civil, una gran carestía de medios y recursos, y fuertes desigualdades sociales y económicas. Años más tarde, en 1951 se crea el Instituto Nacional de Previsión, dando paso al nacimiento de lo que hoy en día constituye nuestro Sistema Nacional de Sanidad y Seguridad Social, y en 1952 España ingresa en la OMS, con el objetivo de fomentar, junto a motivos estratégicos, las relaciones médico-científicas y de investigación y trabajar por un reconocimiento internacional que, sin duda, ha llegado hasta nuestros días. Pero, las razones que promovieron la creación de un modelo referente para el estado de bienestar y que significó un punto de inflexión en la generación de crecimiento, desarrollo y calidad de vida de los ciudadanos, ahora ha quedado obsoleto y es necesario y urgente su revisión para mantener la sostenibilidad del sistema y avanzar hacia un Estado que responda a la realidad y a las nuevas demandas de nuestra sociedad.
España se encuentra por debajo de la media europea en lo que a gasto público sanitario se refiere con un 9,1% respecto al PIB (6,5% público y 2,6% privado), pero eso, no impide que sigamos encabezando la lista de los países del mundo con mayor esperanza de vida. Está claro que otras variables, a las que poca atención estamos poniendo, tienen una mayor incidencia en la salutogénisis de la población. De hecho y para tranquilidad del lector, diversos estudios reflejan que en aquellos países donde se gasta por encima del 10% en Salud como Alemania o Francia, no por ello, los ciudadanos gozan de una mayor salud diferencial respecto de nosotros.
El gasto sanitario seguirá aumentando. Es un hecho. Por un lado, nos enfrentamos a factores sociales que lo promueven como el envejecimiento de la población, los malos hábitos de salud, la cronificación de las enfermedades y, por otro, a factores que inciden sobre la oferta sanitaria como son los incrementos en el coste de la tecnología sanitaria, la creciente complejidad del sistema sanitario y la alta fragmentación asistencial. Todo ello provoca que el gasto sanitario mantenga una trayectoria expansiva y al alza sin tener claro el modelo de financiación y de sostenibilidad. El modelo de colaboración público-privada enriquece nuestro sistema, evita el colapso frente a situaciones de emergencia, reduce las listas de espera y genera mejoras de eficiencia y calidad que permite controlar el gasto y el déficit públicos generando un ahorro fiscal neto. Pero esto no es suficiente. Estudios realizados a lo largo de la última década nos indican que por cada euro que se invierta en promover la actividad física y hábitos saludables ahorramos 50 euros del gasto sanitario; además de que podríamos evitar o reducir algunos ya existentes como los 2,5 millones de euros anuales asociados a la obesidad en España o el coste de los tratamientos de enfermedades directamente atribuidos al consumo de tabaco y que ascienden a los 7.700 millones cada año según marca el Ministerio de Sanidad.
Por ello, debemos trabajar por un modelo social equitativo que promueva la salud desde temprana edad y formar a Personas responsables y concienciadas con el autocuidado nutricional y espiritual, así como promover entornos más saludables. Arrastramos barreras culturales y tabús sociales que nos impiden crecer con libertad, pero solo así conseguiremos elevarnos como sociedad y darle valor a lo que realmente importa: nuestra Salud.