El mudo silencio del liderazgo actual

En este verano turbulento, nos enfrentamos con asombro y preocupación a dos conflictos bélicos que parecen no tener fin. En el este de Europa, somos testigos de cómo una de las tierras más fértiles y ricas, a ambos lados del río Dniéper, se desangra lenta pero inexorablemente. Al mismo tiempo, en el Mediterráneo Oriental, la región históricamente conocida como Oriente Medio o Próximo, presenciamos la devastadora destrucción de Gaza, una consecuencia directa de los atroces atentados y la terrible masacre del 7 de octubre de 2023.Para los pesimistas, parecería que ambos pueblos están condenados a la destrucción, pero, en mi mundo de posibles, la paz y la convivencia siempre serán el camino.

Estos conflictos no solo exponen la violencia y el sufrimiento inherentes a la guerra, sino que también resaltan una verdad aún más inquietante: la ausencia de un liderazgo claro y efectivo en el mundo occidental. Un liderazgo que, en tiempos pasados, podría haber ofrecido una visión de esperanza y un sendero posible de tolerancia y harmonía entre naciones. Hoy en día, sin embargo, tal liderazgo parece haber desaparecido por completo, pues no somos capaces de aflorarlo ni vislumbrarlo en ningún lugar.

No pretendo entrar en los detalles sobre las causas, los responsables, ni los actores involucrados en estos conflictos. Sin embargo, es imposible ignorar el vacío monumental que existe en el panorama político actual. Un vacío donde debería haber líderes que guíen, que inspiren, que ofrezcan soluciones en lugar de perpetuar el caos y la destrucción sin atisbar un posible encuentro para el entendimiento. La realidad es que no existe una dirección mundial que se erija como faro de paz, ni se plantean escenarios de pacificación genuina, ni se proponen conversaciones sinceras entre las partes del conflicto. La idea de un alto el fuego verdadero ni siquiera aparece en las agendas internacionales. Es más, existe la errónea percepción de ciertos mandatarios de actuar con desesperación y obcecación obsesiva por abrirse caminos en solitario que los alcen como merecedores de estados endiablados en guerra constante.

La narrativa dominante alimenta la división y el miedo. Diariamente, las imágenes que se muestran ante el público, cada vez más asustado y bloqueado, están diseñadas para exacerbar las emociones, para fomentar la indignación y el resentimiento. Pero estas imágenes, lejos de representar la realidad cotidiana de las personas afectadas, sólo sirven para deshumanizar aún más a quienes ya están sufriendo. En este contexto, la ciudadanía es manipulada, incitada a la ira y a la desesperanza, mientras los verdaderos intereses detrás de estos gravísimos conflictos permanecen ocultos.

Esto nos lleva a una reflexión inevitable: ¿dónde están los líderes de talla mundial, aquellos gigantes que en otros tiempos supieron guiar a sus naciones en momentos de crisis? En la historia reciente, hemos visto a figuras mundiales como Winston Churchill, Golda Meir, Konrad Adenauer o Indira Gandhi, o en España a Clara Campoamor, Victoria Kent o Dolores Ibárruri, quienes, con sus diferencias y matices, compartían una visión común de grandeza y responsabilidad alejados de discursos fundamentalistas y buscando siempre trabajar por el legado de sus naciones y no de las próximas elecciones. Hoy en día tan sólo hay enanos que parecen guías ciegos guiando a otros ciegos en un mar de oscuridad y de tinieblas.

En contraste a aquellos, parece que estamos gobernados por líderes de almas diminutas, marionetas que obedecen a motivaciones encubiertas, lejos de las necesidades y deseos de paz de los pueblos. La grandeza ha sido reemplazada por la mediocridad y la valentía por la complacencia.

Es, en este contexto del mudo silencio del liderazgo actual, el que nos debería llevar a ser mucho más exigentes con nosotros mismos y con el tipo de sociedad al que aspiramos ser. No podemos aceptar la pasividad ni el conformismo de aquellos que tienen el poder de hacer una diferencia. La historia nos ha enseñado que, incluso en los momentos más oscuros, la verdadera grandeza puede surgir. Pero, para que esto ocurra, necesitamos líderes dispuestos a enfrentarse a las fuerzas que perpetúan el conflicto y a trabajar incansablemente por la paz. Hasta que esos líderes emerjan, el mundo seguirá sumido en la incertidumbre y el miedo.

Belén Marrón es abogada y consultora.

 

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