La capacidad de un país de generar talento y, posiblemente más importante aún, de retenerlo, es la base para consolidar un futuro próspero de bienestar y desarrollo social y económico. Pero, hoy en día estamos muy lejos de esta realidad.
España lleva ya más de 15 años sufriendo una tendencia alarmante de lo que ya conocemos como ‘fuga de talento‘. Nuestros jóvenes recién licenciados y muchos profesionales que cuentan con una dilatada experiencia escapan, cada vez más, de un entorno fiscalmente cada vez más asfixiante y de una oferta laboral con salarios que no se corresponden al esfuerzo académico y experiencial adquirido creando una gran frustración y una descompensación crematística que provoca el éxodo masivo de personas altamente preparadas. Esta situación conlleva, además, la paradoja de que trabajadores sin estudios superiores puedan alcanzar mejores niveles salariales que alguien que ha invertido más de 6 años en formación universitaria y crea una clase media que penaliza la meritocracia universitaria y que sigue enfrentándose a desigualdades salariales por razón de género o de nacimiento. Sin ir más lejos, según los últimos datos extraídos del Instituto Nacional de estadística (INE) y de la Comisión Europea del pasado año, los países europeos como Eslovenia, Irlanda o Francia mantienen niveles salariales muy por encima de los que recibimos en nuestro país o, como el caso de Luxemburgo, donde esta cifra se duplica. También continuamos con una brecha salarial del 9.4 por ciento a pesar de que se ha reducido considerablemente en la última década.
Desde la crisis de 2008 este escenario ha ido empeorando y, en la actualidad, casi 3 millones de españoles han decidido emprender una nueva vida fuera de nuestras fronteras y aproximadamente el 90 por ciento lo han hecho para mejorar sus condiciones laborales o encontrar empleo en otros países. Mientras nuestros investigadores, científicos, médicos, ingenieros se van, aquí nos siguen faltando profesionales cualificados. Según un informe del Banco de España y la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), aproximadamente 109.000 puestos de profesionales cualificados permanecen vacantes debido a la falta de trabajadores con las habilidades y formación adecuadas. Este déficit afecta a sectores clave como la tecnología, la ingeniería, la salud y la educación, pero, en concreto, las cifras en el sector de la salud son escalofriantes pues alcanza la necesidad de cubrir para el 2030 la cifra de 60.000 profesionales.
Esta emigración nacional no queda compensada por la inmigración extranjera que asumimos y que representa el 17 por ciento de toda Europa. Mas del 50 por ciento de este colectivo trabaja como mano de obra no cualificada o con una baja cualificación profesional en sectores como la construcción, el servicio domestico o la agricultura siendo incapaces de cubrir el vacío que dejan nuestros españoles cualificados que se van. Este desajuste entre la salida de talento y la llegada de mano de obra menos cualificada genera una pérdida en términos de capital humano que representa, a su vez, una pérdida en la calidad y la excelencia de la competitividad económica, la innovación y el desarrollo sostenible del país.
Europa y, por supuesto, España necesitan abordar este tema con la profundidad y seriedad que se merece e iniciar medidas que incentiven la retención de nuestro talento y la llegada de una inmigración regulada y equilibrada que atienda las necesidades de los perfiles profesionales que necesitamos. De esta forma estaremos realmente ayudando a aquellas familias que dejan sus hogares para elegir nuestro país como residencia permanente y construiremos una sociedad mas justa y equitativa. Un lugar donde poder prosperar y colaborar en el crecimiento colaborativo de la riqueza y la excelencia de nuestro país. Aseguraremos un futuro mejor para nuestros hijos donde la esperanza de prosperidad se alcance entre nosotros y que sus experiencias internacionales sean por opción y no por obligación.